GUION (Episodio 1)
Sombras en la Mansión
1. EXT. MANSIÓN DE LOS SERRANO. ENTRADA PRINCIPAL - DÍA
La mansión, con su arquitectura virreinal y paredes de color naranja, se ilumina bajo el sol de la tarde. Los ventanales arqueados reflejan la luz cálida, y los balcones de hierro forjado están cubiertos de enredaderas floridas. Se respira una atmósfera de tradición y elegancia detenida en el tiempo.
MATEO SERRANO (20) se baja de su coche deportivo DKW GT Malzoni. Lleva puesto un pantalón Haggar azul, una camisa de seda café oscuro, un abrigo de cuero café y lentes de sol. Su postura es firme, pero su mirada delata nostalgia y respeto mientras contempla la fachada.
MATEO
(susurrando para sí mismo)
Después de tanto…
Estoy de regreso.
Mateo coge su equipaje y se dirige hacia las imponentes rejas negras de la mansión. EL PORTERO (74), vestido con un uniforme impecable y boina gris, lo observa con ojos brillosos de reconocimiento y le abre la reja con una leve reverencia. Mateo entra con pasos lentos, observando los detalles del lugar.
PORTERO
Bienvenido, señor Mateo.
Lo hemos estado esperando.
MATEO
(asintiendo con gratitud)
Gracias, Manuel.
El resto de mi equipaje está dentro del coche.
Los caminos de piedra serpentean entre césped perfectamente cortado y parterres de flores vibrantes. La fuente central de mármol blanco lanza chorros suaves de agua que suenan como música de fondo al caminar.
MATEO
(murmurando para sí mismo)
Extrañaba este olor fresco del jardín,
sigue igual de bien cuidado.
Se detiene junto a la fuente, cierra los ojos y respira hondo. Sonríe brevemente, atrapado en un recuerdo.
MATEO
(entusiasmado)
Camila debe haber cuidado cada detalle.
Solo ella es cuidadosa y le presta atención a cada detalle.
Avanza hacia la entrada principal, donde ISABEL SERRANO (54) y RICARDO SERRANO (61) lo esperan. Isabel está elegantemente vestida con un traje negro de dos piezas y falda tubo; su maquillaje es discreto pero impecable. Ricardo lleva un chaleco de hilo azul sobre una camisa blanca bien planchada; su rostro es severo y contenido.
ISABEL
(con emoción forzada)
Mateo, querido, ¡qué alegría verte!
MATEO
(con afecto contenido)
Hola, mamá. Hola, papá.
Un abrazo incómodo sigue entre Mateo y sus padres. La rigidez del contacto revela la distancia emocional acumulada con los años.
RICARDO
(con formalidad)
Bienvenido a casa, hijo.
Ricardo se da la vuelta y entra a la mansión sin más palabras. Isabel lanza una mirada rápida a Mateo antes de seguir a su esposo. Mateo recoge su maleta y camina tras ellos, atravesando el umbral hacia los ecos de su pasado.
2. INT. MANSIÓN DE LOS SERRANO. RECEPCIÓN - DÍA
La recepción está decorada con tonos fríos y elegantes muebles de caoba, cuidadosamente seleccionados para reflejar el estatus de la familia Serrano. Un candelabro de cristales cuelga majestuosamente del techo. La luz dorada del atardecer baña el espacio, otorgándole una atmósfera cálida y acogedora.
RICARDO camina con pasos firmes hasta el centro de la recepción. Observa por un instante el lugar, luego habla con voz grave y clara.
RICARDO
(con seriedad)
Mateo ha llegado.
Ricardo e ISABEL se retiran en silencio, dejando a MATEO solo en la recepción. Él recorre con la vista la meticulosa decoración para la boda de su hermana CAMILA: mesas adornadas con flores frescas, velas encendidas y delicados manteles blancos. CAMILA SERRANO (35), una mujer elegante con una sonrisa cálida y natural, aparece con pasos decididos.
CAMILA
(alegre y entusiasta)
¡Mateo! Al fin estás de regreso a casa.
¡Qué bueno verte!
Se abrazan con ternura. Es un abrazo genuino, lleno de complicidad, que expresa el fuerte lazo entre ambos.
MATEO
(feliz)
¡Camila! Todo se ve increíble.
Te he echado de menos, querida hermana.
¿Cómo van los preparativos?
CAMILA
(entusiasta)
¡Y yo a ti!
Déjame enseñarte cómo va todo. Ya está casi listo para mañana.
Pero cuéntame, ¿cómo has estado en España?
CAMILA lo escucha con orgullo, sus ojos brillan de emoción al oír a su hermano. MATEO, relajado, se arregla el cabello con un gesto informal.
MATEO
(orgulloso y risueño)
He estado viviendo los mejores meses de mi vida.
Ya sabes, visitando cada ciudad, conociendo a personas influyentes
y desde luego, divirtiéndome. *jajaja*
Un sirviente se acerca discretamente a CAMILA y le susurra algo al oído. Ella asiente y se despide por un momento.
CAMILA
(a Mateo, mientras se aleja)
Ahora regreso, no te muevas.
Tengo que supervisar los últimos detalles. Nos vemos en un rato.
MATEO
(asiente, observando cómo se aleja)
No te preocupes, no iré a ningún lado…
MATEO continúa explorando el lugar. Mira con atención los arreglos florales, las velas y las cintas blancas que cuelgan con elegancia. En ese momento, sus hermanos MARTÍN SERRANO (20) y LIDIA SERRANO (15) entran en escena. Martín viste un traje gris, su postura es firme y su expresión seria. Lidia, con vestido rosa pastel y una sonrisa radiante, irradia energía juvenil.
MARTÍN
(serio)
Bienvenido de nuevo, hermano.
Se estrechan las manos con firmeza. LIDIA se lanza a abrazar a MATEO con entusiasmo.
LIDIA
(entusiasta)
¡Mateo, bienvenido! Todos te hemos extrañado.
Cuéntame, ¿cómo es estar fuera de casa?
MATEO
(orgulloso)
No es la gran cosa, pero...
He estado de un lugar a otro, y cada uno ha sido mejor que el anterior.
LIDIA se sienta en el sofá cercano con curiosidad, mientras MARTÍN permanece de pie con la misma expresión sobria.
LIDIA
(con una sonrisa)
Debes estar cansado.
Ve a descansar, nos vemos en un rato.
MATEO
(sonriendo)
Ha sido un largo viaje, pero no te preocupes.
Mientras agradece a LIDIA, MATEO nota la presencia de un joven observándolo desde el otro lado de la sala. Es RICARDO SERRANO (25), con traje oscuro, cabello peinado hacia atrás y una mirada intensa que no aparta de MATEO. Su postura erguida y su rostro impenetrable transmiten tensión.
RICARDO
(mirando a Mateo, hablando para sí mismo)
Está de regreso…
MATEO, incómodo bajo su mirada, se excusa con sus hermanos.
MATEO
(con una sonrisa cortés)
Me disculpan, necesito descansar un poco.
Nos vemos más tarde.
MATEO recoge su equipaje y se dirige hacia las escaleras. RICARDO lo observa en silencio, sin moverse. Luego comienza a seguirlo a una distancia prudente. El ambiente se vuelve denso. La tensión entre ambos es evidente. Algo se esconde en el pasado, algo que aún no ha sido revelado.
3. INT. MANSIÓN DE LOS SERRANO. CUARTO DE MATEO - NOCHE
La habitación de Mateo es un espacio sobrio pero elegante, con altos ventanales cubiertos por cortinas de terciopelo oscuro. El mobiliario de madera maciza resalta la tradición colonial de la familia, mientras que la iluminación tenue otorga al lugar una atmósfera íntima y reflexiva. En la pared cuelga un cuadro antiguo, ligeramente desviado, como si el tiempo hubiese dejado su marca.
MATEO, con una postura tensa y cansada, llega a la puerta. La madera tallada con motivos barrocos da testimonio del linaje de la casa. Entra con rapidez, como huyendo de algo. ELÍAS entra detrás de él y cierra la puerta con cuidado, en silencio.
ELÍAS
(sonriendo, con voz serena)
Estás aquí, otra vez...
¿Cómo te fue en tu viaje?
MATEO lo observa por un momento, y luego recorre con la mirada todo su cuerpo. Pasa los dedos por su propio cabello en un gesto distraído, pero cargado de intención.
MATEO
(sonriendo, con brillo en los ojos)
Fue increíble. Viajé a tantos lugares y conocí a muchas personas maravillosas.
Cada noche era una nueva aventura, y debo confesar que me acostumbré rápido a ese estilo de vida.
ELÍAS lo escucha con atención, casi embelesado. Su mirada se fija en los labios de Mateo, incapaz de ocultar su emoción.
ELÍAS
(mirando sus labios, con voz pausada)
Ya me imagino...
Y conociéndote, seguro recorriste cada rincón de España, ¿no?
Mateo se apoya con soltura en un mueble, adoptando un aire coqueto.
MATEO
(coqueto)
Ya me conoces, y muy bien, por cierto.
Pero dime, ¿cómo has estado tú?
¿Me has extrañado?
ELÍAS desvía la mirada hacia la ventana. El reflejo de la luna lo baña con una luz tenue. Su voz se vuelve más baja, nostálgica.
ELÍAS
(nostálgico)
No te voy a mentir. A ti no te puedo mentir.
Te he extrañado mucho, Mateo.
¿Por qué no me escribiste ni una sola carta en todos estos meses?
Mateo lo observa con una ligera sonrisa. No dice nada. Deja que Elías saque sus emociones. Elías camina por la habitación mientras se arma de valor.
ELÍAS
(mirando fijamente a Mateo)
Te escribí cada mes y nunca obtuve respuesta.
¿Por qué no me escribiste?
Mateo voltea, sin mirarlo directamente, y comienza a desempacar su maleta con movimientos lentos, tratando de mantener la calma.
ELÍAS
(decidido)
Tenemos que hablar sobre nosotros, Mateo.
¿O volverás a huir?
Mateo baja la mirada. No puede sostener la intensidad de las palabras. Elías da un paso más.
ELÍAS
(desesperado)
Por favor, no podemos ignorarlo más.
Te he esperado demasiado. Ya no aguanto.
Los movimientos de Mateo se vuelven automáticos. El silencio se hace denso. Entonces, Elías cambia de tono. Camina hacia la maleta, coloca sus manos sobre ella y la cierra de un golpe suave pero decidido. Luego, comienza a desvestirse lentamente, sin apartar la vista de Mateo.
ELÍAS
(imponente)
Mateo...
Mírame. Deja de huir.
Mateo retrocede, nervioso. Choca con la cama y se detiene. Sus ojos están clavados en Elías, y el ambiente se llena de tensión. Un suspiro profundo se escapa de sus labios. La energía cambia.
MATEO
(excitado)
Acércate, Elías.
Elías avanza con paso lento. Mateo lo acaricia con una mano firme y tierna, dibujando su rostro como si intentara memorizarlo.
MATEO
(ronco, mirando sus labios)
Por ahora, no hablemos de nosotros.
Dejémonos llevar…
Elías asiente con un leve movimiento de cabeza, atrapado en el magnetismo de Mateo.
ELÍAS
(entusiasmado)
Siempre he estado para ti…
Mateo se sienta en la cama y lo atrae hacia él con un movimiento suave. Lo besa con firmeza, con pasión contenida y dirección clara. Elías se deja guiar. Se acuestan sobre las sábanas blancas, en una danza íntima donde Mateo toma el control con ternura y seguridad.
MATEO
(susurrando al oído)
Confía en mí. No habrá más problemas.
El aliento cálido de Mateo acaricia la piel de Elías, mientras lo observa con deseo.
ELÍAS
(temeroso)
¿En serio, Mateo?
¿Podemos solucionar todo esto?
MATEO
(con una mirada hipnotizante)
Sí, Elías.
Juntos encontraremos la manera de superar cualquier obstáculo.
Confía en mí... y déjame mostrarte un mundo lleno de posibilidades.
ELÍAS
(asintiendo inconscientemente)
Estoy dispuesto a confiar en ti, Mateo.
Tu presencia me tranquiliza... me hace sentir seguro.
Esa noche, entre las sábanas, ambos se entregan con libertad y sinceridad. Mateo conduce el momento con seguridad, cada gesto es una reafirmación de que está dispuesto a quedarse... al menos esta vez.
4. INT. MANSIÓN DE LOS SERRANO. CUARTO DE MATEO - DÍA
Los primeros rayos del sol se filtran por la enorme ventana, pintando la habitación con tonos dorados. Las cortinas ondean suavemente con la brisa matutina, y el ambiente se llena de una luz cálida que contrasta con la intimidad de la noche anterior. Sobre la cama de sábanas blancas, dos cuerpos aún enredados reposan en un abrazo sereno.
MATEO duerme con el cabello despeinado y el rostro relajado. Su respiración es tranquila, reflejo de un sueño profundo. ELÍAS, aún semidespierto, permanece abrazado a él, disfrutando del calor de su cuerpo.
De pronto, un fuerte golpe en la puerta rompe el silencio.
MATEO
(con los ojos entrecerrados)
¡No entren!
¡Me quedaré a desayunar en mi habitación!
Elías se despereza lentamente. La luz solar acaricia su piel mientras se acomoda entre las sábanas. Gira el rostro hacia Mateo y lo abraza con ternura.
ELÍAS
(dulce)
Buenos días...
¿Cómo amaneciste?
MATEO
(riendo, aún entre sueños)
Dormí plácidamente, disfrutando de la tranquilidad de la noche...
Y de tu compañía.
Elías sonríe y acaricia el cabello de Mateo. Sus dedos exploran su rostro con una delicadeza casi reverente. La habitación parece un refugio fuera del tiempo, donde la calma prevalece.
Desde el otro lado de la puerta se escucha una voz femenina.
SIRVIENTA (O.S.)
Joven, el traje para la boda de su hermana acaba de llegar.
Mateo se incorpora lentamente. Camina descalzo por el suelo frío, aún somnoliento. Llega hasta la puerta, la abre ligeramente y recibe el traje.
MATEO
(amable)
Gracias por tu diligencia. Puedes retirarte.
La sirvienta, al notar que Mateo está desnudo, aparta la mirada con rapidez. Se sonroja visiblemente y se retira con apuro.
Mateo cierra la puerta con una sonrisa traviesa y se apoya en ella mientras mira a Elías, que sigue en la cama.
MATEO
(con picardía)
¿Viste eso?
Dios... definitivamente aún conservo mis encantos.
ELÍAS
(entre risas)
No puedo creerlo…
Se recuesta de nuevo entre las sábanas, divertido. Mateo guarda el traje en el armario, luego se dirige lentamente hacia Elías con esa sonrisa que lo caracteriza. Elías lo toma de la mano y lo jala hacia la cama, besándolo con pasión.
MATEO
(tomando sus manos)
Tenemos que prepararnos para la boda de mi hermana.
ELÍAS
(continúa besándolo)
MATEO
(voz firme)
No podemos quedarnos más tiempo en la cama, por más tentador que sea.
¡Levantémonos!
Un nuevo golpe interrumpe el momento. Esta vez es una voz más grave.
TOMÁS (O.S.)
Traigo el desayuno. ¿Puedo entrar?
MATEO se sobresalta. Elías salta de la cama y comienza a buscar su ropa desesperadamente. Mira a su alrededor buscando un escondite.
MATEO
(haciendo señas y en voz baja)
¡Date prisa! Tengo que abrir la puerta.
Elías asiente y se mete dentro del armario justo a tiempo. Mateo respira hondo y abre la puerta.
TOMÁS, el mayordomo, entra con una bandeja de plata en las manos. Está impecablemente vestido, con porte digno y rostro severo.
TOMÁS
(reprochando con tono suave)
Deberías comportarte adecuadamente, Mateo.
Hoy es un día importante.
MATEO
(acomodando su cabello)
Lo siento, Tomás.
Prometo comportarme bien hoy.
Tomás deja la bandeja sobre la mesa y, antes de salir, lanza una mirada inquisitiva.
TOMÁS
(con una sonrisa amable)
Muy bien.
TOMÁS sale. Mateo exhala con alivio.
MATEO
(en voz baja)
Elías, ya puedes salir.
Elías abre lentamente la puerta del armario y sale. Se acerca a Mateo y lo besa suavemente en la mejilla. La tensión ha desaparecido.
Mateo abre la bandeja. Dentro hay dos platos y dos vasos de jugo. Sonríe.
MATEO
(mirando el contenido)
Tomás siempre sabe lo que necesitamos.
Elías se sienta junto a él en la cama. Ambos comienzan a compartir el desayuno con calma y complicidad.
Durante unos minutos, el bullicio del resto de la casa, la boda de Camila y todas las responsabilidades desaparecen. Solo quedan ellos dos, el calor de la mañana y la mirada que comparten en silencio.
5. INT. MANSIÓN DE LOS SERRANO. COMEDOR – DÍA
El comedor es amplio, elegante y sobrio. Grandes ventanales permiten que la luz natural lo inunde todo, haciendo brillar el acabado de la madera oscura y los detalles dorados del mobiliario. La mesa, larga y de roble macizo, está decorada con un centro floral blanco y candelabros de cristal. El ambiente huele a café recién hecho y a flores frescas.
CAMILA (35), la novia, se encuentra sola en el centro de la estancia. Lleva un vestido largo de seda en tono rosa empolvado, con un escote halter y encaje fino en el borde. Su cabello, peinado en ondas suaves, cae con naturalidad sobre sus hombros. Aunque se ve radiante, sus ojos delatan una ansiedad silenciosa.
CAMILA
(murmurando con nerviosismo)
...Va a salir bien. Tiene que salir bien…
Camila se frota las manos suavemente, como si intentara calmarse a sí misma. Al ver pasar a TOMÁS por la puerta, su rostro se ilumina con un leve destello de esperanza. Tomás avanza con su habitual calma y porte impecable.
CAMILA
(voz temblorosa)
T-Tomás, ¿tienes un momento?
TOMÁS
(deteniéndose, amable)
Por supuesto, para usted siempre, señorita Camila…
TOMÁS se acerca, manteniéndose de pie con una postura erguida frente a ella. No toma asiento, en señal de respeto. Su mirada firme y serena transmite seguridad. Camila lo observa en silencio unos segundos y luego habla.
CAMILA
(inquieta)
Tú... ¿Qué opinas de esta boda?
TOMÁS
(con tono reflexivo)
Opino que es la oportunidad perfecta para trazar un nuevo camino en su vida.
CAMILA
(aún nerviosa)
Sí, pero... ¿esto no traerá problemas?
¿Podría esta boda cumplir con las expectativas de todos?
Tomás la mira con calidez. Coloca una mano firme pero gentil sobre su hombro, con una expresión casi paternal.
TOMÁS
(tranquilo)
Señorita, no debería ser tan dura consigo misma.
Sonría. Este debería ser un día especial.
La novia no debe verse desanimada, ¿es correcto?
Camila baja la mirada. El silencio entre ambos se alarga unos segundos.
CAMILA
(tras una profunda respiración, sonriendo levemente)
Gracias, Tomás.
Tomás retira su mano, da un paso atrás con discreción y hace una pequeña reverencia, a punto de retirarse. Camila lo detiene antes de que cruce la puerta.
CAMILA
(más calmada)
Por cierto, ¿sabes dónde se encuentra Mateo?
En ese momento, MARTÍN (20) entra al comedor con paso confiado. Lleva un elegante traje negro, camisa crema estampada y corbata color guinda. Su expresión es relajada y su sonrisa se convierte en una risa socarrona.
MARTÍN
(burlón)
¿Ja... qué sucede? ¿Los asusté?
¿O es que tampoco puedo saber qué ocurre con mi hermanito?
Por favor, continúen…
TOMÁS desvía su mirada hacia Martín, luego vuelve a enfocarse en Camila.
TOMÁS
(sereno)
No se preocupe, señorita.
El joven Mateo debe encontrarse aún descansando en su habitación.
Estaré atento para que reciba su desayuno.
CAMILA
(aliviada)
Está bien. Muchas gracias, Tomás.
MARTÍN
(con tono amable)
Sí, gracias por estar siempre para nosotros, Tomás.
Martín toma asiento, sirviéndose café con tranquilidad. El olor del desayuno caliente y el café inunda la estancia.
CAMILA
(más serena)
Por otro lado, Martín... ¿sabes cómo se encuentra Lidia?
MARTÍN
(sonríe con afecto)
Aún debe estar descansando. Como siempre.
CAMILA
(suspira)
Está bien... También, Martín, ¿puedes hacerme un favor?
Necesito que ayudes a Mateo durante la boda.
Necesito que todo salga bien.
MARTÍN
(voz firme y tranquila)
Por supuesto. No te preocupes.
Todo estará bajo control.
Camila asiente con alivio, y gira nuevamente hacia Tomás.
CAMILA
(con tono decidido)
Tomás, discúlpame por impedir que te retires,
pero también necesito que verifiques que todo esté listo para la fiesta.
TOMÁS
(inclinando la cabeza)
Como usted ordene, mi señora.
Me encargaré a la perfección.
Usted no se preocupe. Sabe que puede contar conmigo.
TOMÁS hace una leve reverencia y se retira con paso firme. Su figura recta se pierde por el pasillo.
Camila se queda sentada en silencio. El sol entra por los ventanales, iluminando los muebles antiguos y los cuadros familiares. Respira hondo. Por un momento, su expresión refleja calma. Sabe que, con Tomás y Martín a su lado, podrá mantener el control.
6. EXT. MANSIÓN DE LOS SERRANO. JARDÍN – DÍA
El jardín de la mansión está en plena transformación para la boda. Mesas redondas con manteles blancos se reparten bajo toldos de encaje. Hay arreglos florales en tonos pastel, candelabros colgantes y una tarima a medio montar. El aroma a rosas se mezcla con el sonido de pasos apurados y voces de organizadores.
TOMÁS supervisa con atención cada detalle, caminando con paso firme entre decoradores y trabajadores. Viste su uniforme de mayordomo con impecable pulcritud, y su expresión es serena pero alerta. A lo lejos, nota a RICARDO SERRANO (61), elegante en un traje negro clásico, con pañuelo en el bolsillo, corbata de seda, pantalón perfectamente planchado y zapatos de cuero relucientes.
RICARDO conversa con ELÍAS (27), quien lleva aún el traje arrugado del día anterior, la camisa desabotonada en el cuello y el cabello ligeramente desordenado. Ambos se encuentran en un pasillo lateral que conecta las habitaciones con el jardín.
RICARDO
(mirando hacia Tomás)
¡Tomás! Ven aquí…
TOMÁS
(acercándose con firmeza)
Dígame, mi señor. ¿Qué necesita?
MARTÍN pasa cerca de ellos, observando la escena con aire relajado. Aún luce su traje formal, pero sin la solemnidad de su padre.
MARTÍN
(con tono ligero)
Tomás, ¿necesitas que Elías te ayude con algo?
Ricardo entrecierra los ojos, luego alterna la mirada entre Martín, Tomás y Elías.
RICARDO
Aquí el joven Elías menciona que se ha ofrecido a ayudar con los preparativos,
a pesar de su reciente llegada.
Tomás observa brevemente a Elías, que intenta ocultar su incomodidad con una sonrisa.
TOMÁS
(con calma)
Aprovechando la generosidad del joven Elías, mencionaré que necesito
que alguien recoja un paquete en el centro. Todos mis encargados están ocupados.
RICARDO
(con tono inquisitivo)
¿Qué opina, joven Elías?
TOMÁS
(mirando a Elías)
Sería de gran ayuda.
ELÍAS
(agradecido, casi aliviado)
Claro, pasaré por el encargo.
Elías se retira con paso acelerado. Martín lo sigue por el pasillo, dejando a Tomás y Ricardo solos.
TOMÁS
¿Necesita algo más, mi señor?
En ese momento, una de las damas de honor abre la puerta de una habitación, dejando ver por un instante a CAMILA en su vestido de novia. La luz natural del pasillo la ilumina con delicadeza.
CAMILA lleva un vestido blanco con detalles florales bordados en encaje, mangas largas transparentes, un corpiño ajustado adornado con perlas y una amplia falda con cola. Su velo bordado cuelga de una tiara de perlas. Su expresión mezcla nerviosismo con determinación.
DAMA DE HONOR
(sorprendida)
¡Oh! Señor Ricardo, Tomás… no esperaba toparme con ustedes…
Camila y Ricardo se observan. Él contiene una emoción inesperada. Tomás, notando el momento, toma la palabra con diplomacia.
TOMÁS
(sereno)
No se preocupe. Vaya con cuidado con lo que necesite la señorita Camila.
DAMA DE HONOR
(nerviosa)
Sí, claro…
La puerta se cierra lentamente. Un silencio incómodo se instala entre Ricardo y Tomás.
RICARDO
(mirando al frente, en voz baja)
...¿Es normal sentir celos de que se lleven a mi pequeña?
TOMÁS
(incómodo, intentando ser prudente)
Señor…
TOMÁS es interrumpido por ISABEL SERRANO (53), quien aparece desde el vestíbulo principal. Viste un elegante vestido de seda verde esmeralda, ceñido a la cintura con un cinturón dorado. Sus zapatos de tacón combinan con su collar de esmeraldas. Su porte es sobrio, aunque en su rostro se nota una inquietud contenida.
ISABEL
(con compostura)
Mi señor, necesitamos su presencia en la entrada.
Los invitados están por llegar.
Ricardo asiente. Se miran un segundo con una mezcla de incomodidad y acuerdos no dichos. Sin intercambiar más palabras, ambos se retiran rumbo al ingreso de la mansión.
7. EXT. MANSIÓN DE LOS SERRANO. JARDÍN – DÍA
La recepción comienza a llenarse. Los invitados llegan vestidos con elegancia, riendo, brindando y saludándose. En el aire se mezcla el aroma de las flores con los delicados acordes de una banda en vivo que interpreta jazz y bossa nova. El jardín está decorado con guirnaldas, luces colgantes, mesas con mantelería marfil y copas de cristal.
MATEO (20), camina con confianza entre los presentes. Luce un traje de terciopelo color vino tinto, sin corbata y con la camisa blanca ligeramente desabotonada en el cuello. Su estilo es provocador pero sofisticado. Con una mirada curiosa y una copa en mano, se dirige a la mesa de vinos, buscando distraerse.
MARTÍN (21) lleva un traje gris oscuro perfectamente entallado, con una corbata azul marino y una camisa blanca impecable. Su porte es recto y serio. Se nota preocupado mientras escanea la multitud, buscando a su hermana Lidia. Al ver a Mateo, lo detiene.
MARTÍN
(preocupado pero firme)
¿Has visto a Lidia? La he buscado pero no la encontré, y quiero saber ¿cómo está?
MATEO
(sonriente, tono burlón)
Ella ya está bien grande para que la andes cuidando… ¿acaso eres su mamá o algo así?
MARTÍN
(con decisión)
Es cierto, pero soy su hermano mayor y sí quiero ser parte de su vida,
ayudar tanto como pueda, si ella me lo permite.
MATEO
(fastidiado y algo herido)
Como tú quieras…
Mateo se aparta evitando la discusión. Con copa en mano, se abre paso entre los invitados. Su mirada se fija en RICARDO, pero antes de alcanzarlo, se cruza con el NOVIO de la boda, un hombre joven vestido con un traje negro clásico, camisa blanca y corbata delgada. Al reconocerse, ambos sonríen con emoción.
MATEO
(entretenido y juguetón)
¡Vaya, vaya! Miren quién es… el hombre del día.
No puedo creer que ahora serás realmente mi hermano. *jajaja*
NOVIO
(gracioso, alzando su copa)
¿Y tú quién eres? ¡Han pasado los años!
¿Cómo van los hijos? *jajaja* No puedo creer que aún no te veo con una chica.
MATEO
(burlón)
A diferencia de ti, yo aún no quiero casarme hoy… y menos con mi hermana. *jajaja*
NOVIO
(sonrojado y nervioso)
Bueno… sí, es cierto, pero… ¿no ves lo linda y sofisticada que es?
Aunque no todo es tan simple… pero bueno, ¿cómo te fue en España?
MATEO
(algo sorprendido pero animado)
Pues bien. Dentro de unos años terminaré mi carrera y pienso alejarme de mi familia,
dedicarme a lo mío… ¿sabes?
Mateo se termina la copa de un solo trago. Luego lo mira con más seriedad.
MATEO
Bueno… ¿y tú? ¿Cómo te ha estado yendo?
NOVIO
(emocionado y nostálgico)
Pues me casaré con tu hermana. Espero ser feliz con ella y acompañarla en las buenas y en las malas...
como cuando éramos pequeños.
MATEO
(algo distante, con tono burlón)
Sí me acuerdo… ustedes dos eran muy unidos.
Qué lindo que cumplas tu fantasía… con mi hermana.
NOVIO
(tratando de mantener la calma)
Oye… ¿no crees que te estás pasando con el alcohol?
Será mejor que lo dejes ahí. Vamos…
MATEO
(incómodo, frunciendo el ceño)
Espera… aún no eres mi cuñado. Espera a que te cases y entonces impresiona a mi hermana si quieres cuidarme.
NOVIO
(sereno y empático)
Escucha… deja que te ayude, porque eres mi amigo.
MATEO
(cerrando el momento)
Bueno, fue un gusto hablar contigo. Tengo que atender otros asuntos familiares. Hablamos después…
Mateo se aleja con nuevas copas en mano. Se dirige hacia ELÍAS (25), quien se encuentra apartado, observando la recepción. Elías viste un traje de lino blanco, con una camisa azul pálida y una corbata sobria que realza su elegancia. Su postura es relajada, aunque su mirada parece buscar a alguien.
Ambos se observan. Elías intenta disimular la chispa en
sus ojos, pero su leve sonrisa lo delata.
MATEO
(coqueto, sonriendo)
Tengo una copa más y estaba buscando a alguien con quien compartirla…
Mis ojos te estaban buscando desde hace un rato.
Mateo le ofrece la copa. Elías la recibe con gesto amable.
ELÍAS
(sonriendo, con una risita)
Qué lindo eres… gracias por la copa.
Hace tiempo que no te veía tan atractivo con un traje así de elegante.
MATEO
(mirándolo a los ojos)
Yo hace tiempo no podía disfrutar una copa de vino contigo.
Extraño pasar tiempo contigo…
Ambos se quedan en silencio, mirándose. A su alrededor, la música continúa. El bullicio de la recepción queda en segundo plano.
ELÍAS
(coqueto, medio en broma)
Pero si ya pasamos mucho tiempo juntos… toda la noche.
MATEO
(sonriendo con picardía)
Es cierto. Debo decir que tu compañía ha sido muy cálida y reconfortante...
¿Te gustaría acompañarme a las caballerizas? Quisiera pasar otro momento así contigo…
ELÍAS
(intrigado, sonriendo)
Está bien… quiero ver qué cosas tienes planeadas ahí…
Ambos se alejan lentamente del jardín, caminando por la zona arbolada hacia las caballerizas. El sonido del césped bajo sus pies, las ramas crujientes y el viento en sus rostros acompañan su andar. El ambiente se vuelve más íntimo.
Mientras se alejan, Mateo y Elías se miran, conectados por un instante robado al bullicio. En ese rincón secreto, comienzan a hablar de sus sueños y esperanzas, creando un refugio solo para ellos, fuera del caos familiar.
8. INT. MANSIÓN DE LOS SERRANO. CABALLERIZAS – DÍA
El cielo se tiñe de un naranja suave, proyectando una cálida luz sobre el camino de rocas que lleva a las caballerizas. El aroma a heno seco, madera antigua y tierra húmeda llena el aire. Las caballerizas son tres estructuras rectangulares de cedro, con techos triangulares, pasillos anchos y compartimentos amplios para caballos, ahora vacíos y silenciosos.
MATEO (20) camina por el pasillo central con paso tranquilo, su traje de terciopelo vino contrastando con el entorno rústico. Sus ojos brillan con una mezcla de nostalgia y emoción. Se detiene en medio del pasillo del primer compartimiento, acariciando una columna de madera, y llama a Elías con una mirada cómplice.
MATEO
(tono juguetón)
Mira… ¿te acuerdas de este lugar? Sígueme…
ELÍAS (25) entra con pasos lentos pero seguros. Su traje blanco de lino resalta bajo la luz anaranjada del atardecer. Sus ojos recorren el lugar con curiosidad, mientras una sonrisa suave asoma en sus labios.
ELÍAS
(intrigado, entusiasmado)
¿Qué estamos haciendo aquí? ¿Qué tienes planeado para los dos...?
MATEO
(sonriendo)
Solo vinimos a ver este pequeño lugar... donde siempre nos escondíamos para hablar, solo tú y yo.
ELÍAS
(soltando una sonrisa coqueta)
Sí me acuerdo de eso. Apenas llegaba a la mansión… venía directo a verte aquí.
Mateo sigue caminando, sintiendo el crujido del heno bajo sus zapatos. Pasa la mano por las viejas paredes de madera, tocando el pasado con la yema de los dedos.
MATEO
(nostálgico y sonriente)
Era divertido estar aquí, solos. Podíamos hablar horas sin importar lo que pasaba afuera.
Me acuerdo de la vez que estábamos con el caballo… y su baño.
ELÍAS
(riendo suavemente)
Sí me acuerdo. Estábamos lavándolo desde lados opuestos…
Pero tú te pusiste detrás del caballo… se asustó, te empujó y saliste volando.
MATEO
(risa avergonzada)
El agua y el heno se me metieron por todos lados, fue horrible…
Menos mal estabas tú… con mis hermanas habría sido un desastre.
ELÍAS
(juguetón, con dulzura)
Me acuerdo que ese día, mientras te secaba la cara,
no pude evitar mirarte… y te besé por primera vez.
Elías sonríe con complicidad y, sin romper el contacto visual, rodea suavemente la cintura de Mateo con sus brazos. La atmósfera es cálida y densa, como si el tiempo se hubiera detenido dentro de esas paredes de madera y recuerdos.
Mateo responde con una sonrisa, conmovido, sus mejillas apenas sonrojadas. En un juego sutil, lo empuja con suavidad, pero pierde el equilibrio. Retrocede torpemente hasta apoyarse en una columna, quedando con Elías frente a él, casi abrazados.
Ambos ríen. Sus risas se elevan en el espacio vacío, rebota en las paredes de madera y llena el silencio con alegría genuina.
MATEO
(sonriente y sonrojado)
No puedo creer que estemos aquí… juntos… otra vez.
Con una mirada decidida y traviesa, Elías se acerca y lo besa con pasión. El beso es largo, profundo, lleno de deseo contenido y emociones no dichas. Se funden en un abrazo que los absorbe del mundo exterior.
Entre besos y caricias, entran juntos en uno de los compartimentos. La penumbra y el olor a heno les envuelven. La madera cruje levemente bajo sus pasos, mientras el momento se vuelve cada vez más íntimo y sensorial. Sus cuerpos se comunican en silencio, llenando ese espacio escondido de una conexión que solo ellos pueden comprender.
9. EXT. JARDÍN - MANSIÓN DE LOS SERRANO – NOCHE
La noche ha caído suavemente sobre el extenso jardín de la mansión. Luces cálidas cuelgan entre los árboles, iluminando senderos de flores y copas brillantes en manos de los invitados. Música instrumental fluye en el aire como un susurro, mientras la risa y las voces animadas crean una atmósfera festiva.
ELÍAS (25) irrumpe en la recepción con pasos rápidos y firmes. Su rostro tenso, mandíbula apretada y manos cerradas en puños revelan la tormenta emocional que intenta contener. Viste un elegante traje claro, pero su andar agitado y la expresión sombría contrastan con el ambiente alegre a su alrededor.
ELÍAS
(entre dientes, para sí mismo)
Tengo que calmarme... si me ven así pueden sospechar. No me pueden ver así.
Respira profundamente mientras camina, intentando recomponer su expresión antes de enfrentarse a la multitud. Su pecho sube y baja con dificultad, y sus ojos, llenos de frustración, recorren el lugar buscando controlarse.
A su alrededor, los invitados conversan y brindan con alegría. El jardín resplandece bajo las luces colgantes, y una ligera brisa agita las ramas de los árboles. Sin embargo, ese entorno idílico parece burlarse de la inquietud interna de Elías.
ELÍAS
(incómodo, murmurando)
Tendré que seguir fingiendo que estoy bien...
Invitados ríen cerca de él, sin notar su incomodidad. Elías reprime un suspiro, conteniéndose con todas sus fuerzas.
ELÍAS
(hablando bajo, frustrado)
Trato de poner mi mejor cara, pero esta situación no me deja...
Cómo quisiera que esto ya acabe de una vez.
ELÍAS
(gritando, de pronto)
¡YA ESTOY CANSADO!
Mateo (20), elegante, sereno, se acerca con gesto preocupado. Su traje de novio blanco resplandece bajo la luz, y su rostro transmite sincera inquietud al ver a Elías alterado.
MATEO
(preocupado, acercándose)
Elías, ¿estás bien? Te ves... preocupado.
ELÍAS
(forzando una sonrisa)
Sí, estoy bien. Solo un poco nervioso, como tú. ¿Y tú? ¿Cómo te sientes?
Mateo coloca una mano reconfortante sobre el hombro de Elías. Su contacto es cálido y fraterno. Elías mantiene la fachada, esbozando una sonrisa contenida mientras sus ojos reflejan cansancio emocional.
MATEO
(sincero)
Estoy nervioso por la ceremonia. Es un gran día y quiero que todo salga perfecto.
ELÍAS
(poniendo una mano firme en el hombro de Mateo, con afecto)
Entiendo, Mateo. Es normal sentirse así. Todo saldrá bien, no te preocupes.
Mateo sonríe con entusiasmo, maravillado por el ambiente y la emoción del día.
MATEO
(entusiasmado)
No puedo creer lo hermoso que es este día. Estoy tan emocionado de unirme para siempre con la persona que amo...
ELÍAS
(con esfuerzo, sosteniéndolo)
Es un día maravilloso. Disfruta cada momento. Tu amor hará que todo valga la pena.
MATEO
(apoyando la mano en el hombro de Elías)
Gracias, Elías. Me siento más seguro de mí mismo gracias a tus palabras.
ELÍAS
(sonrisa tensa)
Me alegra oír eso. Tu esposa es una mujer increíble, muy enfocada en sus pinturas. Imparable cuando se dedica a su arte.
MATEO
(ingenuo)
Eres un ejemplo de compostura. Qué afortunado soy de tener una esposa tan independiente... que disfruta viajar.
Los dedos de Elías tamborilean nerviosamente en el borde de su bolsillo. De pronto, su expresión cambia. Se palpa con desesperación los bolsillos, con movimientos ansiosos.
ELÍAS
(voz temblorosa)
Sí... sí, estoy bien...
Su respiración se agita. Mira a su alrededor, inquieto. Empieza a buscar frenéticamente entre sus bolsillos.
ELÍAS
(buscando)
No... no puede ser...
MATEO
(extrañado)
¿Estás seguro de que todo está bien, Elías?
ELÍAS
(mintiendo)
Sí... todo está bien.
MATEO
(señalando a lo lejos)
Voy a hablar con mi padre... te dejo.
Mateo se aleja tranquilo, ajeno a la creciente angustia de Elías. Este lo observa marcharse, sintiendo una punzada en el pecho. Sus manos tiemblan. Cierra los ojos por un instante, y al abrirlos, su mirada está decidida.
ELÍAS
(decidido, alzando la cabeza)
Tengo que encontrarlos... ahora.
Se abre paso entre los invitados, empujando ligeramente a quienes se interponen. Algunos se voltean al notarlo, curiosos por su urgencia. La música continúa, y las copas relucen bajo los destellos de las luces. La brisa nocturna acaricia los rostros de los asistentes.
Elías atraviesa el jardín con pasos firmes. Su mente solo piensa en una cosa: los anillos. Su corazón late desbocado, y la desesperación lo impulsa como una fuerza invisible.
ELÍAS
(pensando, mientras camina)
No puedo haberlos perdido… no hoy… no ahora.
10. INT. CABALLERIZAS - MANSIÓN DE LOS SERRANO - NOCHE
El ambiente es denso y silencioso. La luz de la luna se cuela por las rendijas de las viejas paredes de cedro, dibujando líneas plateadas sobre el piso cubierto de heno. El olor a madera húmeda, tierra y sudor de caballo inunda el lugar, donde solo se oyen algunos relinchos lejanos y el crujir del heno bajo los pasos apresurados de Elías.
Elías (25), sudoroso, nervioso, con el rostro contraído por la angustia, avanza a zancadas por el pasillo central. Su traje está arrugado, sus manos se hunden entre el heno con desesperación mientras revolotea entre compartimentos. Sus ojos se mueven frenéticos, escudriñando cada rincón con una mezcla de urgencia y esperanza.
ELÍAS
(gritando, mientras escarba el heno)
¡Dios mío, tienen que estar aquí en algún lado!
Desde una de las esquinas oscuras, Mateo (20) emerge lentamente. Está de pie, casi inmóvil, con la mirada ausente. Sus ojos brillan entre la penumbra, cargados de una nostalgia contenida y un dolor reprimido. Sus hombros caídos y la quietud en su postura contrastan con la tensión de su presencia.
MATEO
(desde la sombra, con voz tenue)
¿Qué estás buscando, Elías?
Elías se gira de golpe. Su rostro se tensa, sorprendido, y frunce el ceño. Su respiración se corta por un instante. Ambos se quedan inmóviles, mirándose a los ojos mientras una brisa repentina atraviesa la estructura, levantando polvo y haciendo crujir las maderas.
ELÍAS
(asustado)
¡Mateo! No esperaba verte aquí...
Un silencio espeso se instala entre ellos. Desde el fondo se oyen algunos resoplidos de caballos. Las sombras oscilan en las paredes, como si el tiempo se hubiese detenido. La tensión entre los cuerpos de ambos es palpable.
ELÍAS
(desviando la mirada, volviendo a buscar)
No tengo tiempo para esto ahora.
Mateo se acerca con pasos lentos. Su respiración choca contra la nuca de Elías. El ambiente se vuelve más denso. Elías se estremece, pero no se aparta.
MATEO
(con voz suave, cargada de emoción)
Te extraño, Elías...
ELÍAS
(congelado, sin saber cómo reaccionar)
Mateo...
MATEO
(susurrando al oído de Elías)
Te extraño tanto...
Mateo acaricia el rostro de Elías con ternura. Sus dedos tiemblan. Se acerca aún más, con los labios rozando su piel.
MATEO
(intenso, vulnerable)
Ven conmigo...
Elías lo observa con una mezcla de deseo y angustia. Sus ojos se fijan en los labios de Mateo, pero su respiración se agita, dudando.
ELÍAS
(confuso)
Mateo, yo... no sé qué hacer...
ELÍAS
(reuniendo fuerzas, resistiéndose)
No podemos, Mateo. No ahora...
De pronto, Mateo, en un arrebato de deseo y desafío, le quita el anillo del dedo a Elías y lo arrincona contra la pared. La tensión se rompe como una represa.
MATEO
(murmurando con una sonrisa)
Entonces, ¿qué tal esto?
Se coloca el anillo en su propio dedo. Una chispa traviesa brilla en sus ojos. Acto seguido, besa suavemente a Elías. En lugar de apartarlo, Elías se aferra más. El contacto es intenso, urgente, como si ambos se aferraran a un recuerdo.
El sonido de la puerta al abrirse bruscamente los sobresalta. La escena se congela por un instante. La figura imponente del Sr. Serrano (50s) irrumpe como una tormenta.
SR. SERRANO
(gritando, fuera de sí)
¡¿Qué demonios está pasando aquí?!
Sin pensarlo, el Sr. Serrano se lanza sobre Mateo, lo toma bruscamente por la espalda y lo separa de Elías con violencia. Su rostro está desfigurado por la furia y el desprecio.
SR. SERRANO
(furioso, con los ojos inyectados de odio)
¡Tú…!
Levanta el brazo y descarga un golpe directo sobre Elías, que apenas logra alzar los brazos en defensa antes de caer al suelo con un gemido ahogado. La sangre se mezcla con el polvo y el heno. Elías jadea, aturdido.
El Sr. Serrano agarra a Mateo por el cabello, lo arrastra sin miramientos hacia la salida. Mateo forcejea, grita.
MATEO
(desesperado)
¡Suéltame!
Desde el suelo, Elías observa con los ojos nublados. El dolor físico es opacado por uno más profundo: la impotencia. La escena ante él parece irreal, como un mal sueño.
Las caballerizas, que alguna vez sirvieron como refugio silencioso, ahora son un escenario de caos, violencia y desesperación. Elías intenta levantarse, tambaleante, sabiendo que nada volverá a ser igual después de esto.
ELÍAS
(con los labios partidos, apenas susurrando)
Mateo...
11. INT. MANSIÓN DE LOS SERRANO. SALA PRINCIPAL – NOCHE
La sala principal está sumida en un silencio incómodo. El viento se cuela por las rendijas de las
ventanas altas, moviendo levemente las cortinas de terciopelo burdeos. El candelabro en el
techo titila con una luz tenue y cálida, proyectando sombras largas sobre las paredes adornadas
con pinturas clásicas. Los sirvientes, vestidos de negro, caminan con pasos ligeros mientras
colocan arreglos florales para la fiesta de esa noche. La elegancia del espacio contrasta
fuertemente con la atmósfera cargada de tensión que comienza a gestarse.
El Sr. Serrano entra con paso violento, sujetando a Mateo del cabello. Su rostro está
enrojecido por la furia; los dientes apretados y la respiración entrecortada revelan que está
al borde de perder el control.
SR. SERRANO
(Gritando)
¡Elías! ¿Dónde mierda estás?
Elías aparece desde un pasillo lateral, con el rostro contraído por la incertidumbre. Sus
ojos van de su patrón a Mateo, temiendo lo peor, pero sabiendo que no puede cuestionar.
ELÍAS
(Precavido)
Dígame, señor…
SR. SERRANO
(Agitado)
Llama a toda la familia.
ELÍAS
(Calmado)
Aún están en la fiesta, señor.
SR. SERRANO
(Desbordado)
Me importa un carajo, llámalos.
Elías asiente, conteniendo la angustia que crece en su pecho. Mira a Mateo por un breve
instante, deseando que la presencia de la familia traiga un poco de cordura. Luego se retira
en silencio.
El Sr. Serrano empuja a Mateo al centro de la habitación, haciéndolo arrodillarse con
brusquedad. Mateo, humillado, agacha la cabeza. Sus hombros tiemblan bajo la mano imponente
de su padre. El ambiente es opresivo; el silencio que lo envuelve lo vuelve todo aún más
aterrador.
SR. SERRANO
(Apretando la mandíbula)
Esto es para que aprendas a no deshonrarme.
Mateo no dice nada. Su mirada está fija en el suelo, como si tratara de desaparecer. Los
sirvientes intentan continuar con sus labores, fingiendo no ver, pero el miedo se cuela en
sus movimientos.
La familia empieza a llegar. La madre, Isabel, entra apresurada, seguida por Martín, Lidia y
Tomás. Sus rostros expresan desconcierto y angustia al ver a Mateo arrodillado. El silencio
tenso parece presionar el pecho de todos.
Camila, la hermana de Mateo, entra corriendo. Su rostro mezcla preocupación, rabia y miedo. Al
ver a su hermano en el suelo, no duda: se arrodilla junto a él y le pone una mano firme en el
hombro, como si intentara protegerlo con su sola presencia.
CAMILA
(Preocupada)
Dios mío... hermanito...
El Sr. Serrano se acerca, imponente. La furia aún le arde en los ojos. Se detiene frente a
Camila, exigiendo sumisión.
SR. SERRANO
(Demandante)
Suéltalo.
Camila se incorpora con determinación. Sus ojos, brillantes por las lágrimas contenidas, se
enfrentan a los de su padre.
CAMILA
(Enojada)
¿Cómo puedes tratarlo así?
SR. SERRANO
(Firme)
Cuidado con tu tono, Camila.
CAMILA
(Sarcástica)
¿Cuidado? ¿Es eso una amenaza, papá?
La tensión se vuelve casi tangible. La sala parece cerrarse sobre ellos. Nadie se atreve a
moverse. Isabel, la madre, da un paso al frente, desesperada por calmar el ambiente.
SRA. SERRANO
(Suplicante)
Por favor, ya basta. Esto no nos llevará a ninguna parte.
SR. SERRANO
(Severo)
Él necesita aprender. Es un enfermo y un fracaso.
Mateo levanta la cabeza lentamente. Sus ojos están rojos, no solo por las lágrimas, sino por
la vergüenza. Pero en su mirada también empieza a nacer una chispa de resistencia.
CAMILA
(Determinada)
Mateo no es un fracaso. Es tu orgullo y tu ceguera lo que nos está
destrozando. Si no puedes verlo, el verdadero fracaso eres tú.
SR. SERRANO
(Gritando)
¡Cállate!
El grito resuena como un latigazo, paralizando a todos. Isabel se tapa la boca, al borde del
llanto.
SRA. SERRANO
(Desesperada)
¡Por favor, basta ya! ¡Esto no es una solución!
HERMANO DE MATEO
(Confuso)
Papá, ¿qué es lo que pasa aquí realmente?
El Sr. Serrano, con el rostro desencajado, intenta contener las lágrimas. Finalmente explota
con voz quebrada.
SR. SERRANO
(Frustrado)
Lo encontré... besándose con otro hombre.
Un silencio espeso cae sobre la sala. Nadie se atreve a moverse ni a hablar. Camila gira
lentamente hacia Mateo, buscando su mirada. Mateo respira profundo, y con una fuerza
inesperada, alza el rostro.
MATEO
(Voz quebrada pero firme)
Es cierto. Todo lo que dijo es cierto.
Sus palabras caen como una sentencia. El peso de su verdad llena la habitación. Nadie
responde. Solo se escucha el leve crujir del parquet bajo el peso del miedo.
El Sr. Serrano, fuera de sí, toma a Mateo por el brazo y lo empuja hacia un sillón.
SRA. SERRANO
(Gritando)
¡No, espera!
CAMILA
(Desesperada)
¡Papá, detente!
Sin escuchar, el Sr. Serrano lo inclina, le baja los pantalones y comienza a golpearlo con
fuerza. El sonido de los golpes resuena, sordo y violento. La brutalidad de la escena paraliza
a todos.
Camila grita desesperada, tratando de interponerse, pero no logra detenerlo. Isabel rompe en
llanto. Los hermanos bajan la mirada. Nadie puede reaccionar.
Finalmente, el Sr. Serrano se detiene, agotado. Su pecho sube y baja con violencia. Mateo
queda sollozando sobre el sillón, humillado, destruido. La sala queda en silencio, solo roto
por sus llantos y el temblor de Camila.
Camila se arrodilla a su lado, acariciándole la cabeza. Sus lágrimas se mezclan con las de su
hermano.
CAMILA
(Con voz temblorosa pero firme)
Te juro, Mateo, que nunca más permitiré que te hagan daño. Te
protegeré, pase lo que pase.
Mateo asiente con lentitud. No tiene fuerzas para hablar, pero en sus ojos hay un rayo de
alivio.
Isabel y los hermanos se quedan quietos. La vergüenza y el miedo los atenazan. El Sr. Serrano
se marcha con paso violento. Martín lo sigue en silencio, como una sombra.
La sala queda sumida en un silencio sepulcral. Las lámparas lanzan sombras espectrales, como
si el lugar mismo llorara por lo ocurrido. Camila abraza a Mateo, decidida. Sabe que esta
noche marcará un antes y un después para todos.
12. INT. SALA - MANSIÓN DE LOS SERRANO. NOCHE
La luna llena iluminaba tenuemente la mansión Serrano, proyectando sombras inquietantes a
través de los ventanales antiguos. Las paredes de la casona virreinal, construidas con
piedra y madera, emitían un leve crujido que se mezclaba con el murmullo del viento entre
las ramas de los árboles. Mateo, con el rostro marcado por la determinación y el dolor,
se movía con cautela por los pasillos silenciosos. Su andar era sigiloso, pero cada paso
resonaba en su mente como un eco de su decisión final.
Al llegar a la cocina, una vela parpadeante rompía la penumbra. Tomás, el mayordomo,
lo esperaba con expresión grave, su serenidad contrastaba con la tensión del momento. Sin
necesidad de palabras, comenzó a preparar una pequeña maleta con lo esencial, sus manos
trabajaban con rapidez y precisión. El leve roce de las prendas, el sonido del cuero,
llenaban la estancia con una urgencia contenida.
TOMÁS
(susurrando)
¿Listo para partir, señor Mateo?
Mateo asiente con solemnidad. Observa los detalles de la cocina como si los viera por
última vez: los azulejos desgastados, la chimenea de piedra, el aroma a hierbas colgadas
en racimos.
Un crujido fuera de la cocina alerta a Tomás. Se asoma con cautela por la ventana.
TOMÁS
(asintiendo)
El camino está despejado.
Toma la maleta y se la entrega a Mateo. Su mirada es firme y protectora.
TOMÁS
(apuntando)
Por aquí, rápido y sin ruido.
Mateo cruza la puerta trasera. El jardín se extiende ante él como un refugio fantasmagórico,
iluminado por la luna. Las sombras largas de los árboles parecen observarlo mientras camina
entre las flores. Sabe que no sólo está huyendo: está dejando atrás una parte de sí mismo,
una historia marcada por la opresión y el sufrimiento.
El sendero de piedra lo guía entre la vegetación. El perfume de las flores, el susurro de
las hojas, todo lo rodea como una despedida. Pero un estruendo repentino corta la calma.
Mateo se esconde tras un arbusto. Su cuerpo tenso, sus ojos alerta, el corazón desbocado.
Los segundos se vuelven eternos. Cualquier sonido, por mínimo que sea, adquiere una dimensión
inquietante. El crujir de una rama, un paso sobre grava... cada detalle se graba en su memoria.
De pronto, pasos apresurados se acercan. Mateo contiene la respiración. Se prepara para lo peor.
Cuando emerge de su escondite, lo que ve lo deja sin aliento: su padre yace en el suelo. Una
mancha roja se extiende en su pecho. El arma reposa junto a él.
MATEO
(asustado)
¡Padre!
Está paralizado. No grita, apenas susurra. Sus ojos recorren la escena, buscando sentido. Se
agacha y, con manos temblorosas, recoge el arma. No entiende cómo ha llegado a esto.
Los pasos se oyen nuevamente, cada vez más cerca. Mateo apenas puede respirar. El aroma a
pólvora se mezcla con el de las flores, creando un ambiente denso, irreal.
La familia Serrano aparece, uno a uno. Sus rostros están marcados por la confusión, el miedo,
el dolor. Observan la escena en silencio. Las miradas se dirigen a Mateo, que sostiene el arma.
Los susurros y murmullos llenan el jardín.
ISABEL SERRANO
(con voz temblorosa)
Mateo, ¿qué has hecho?
Su voz se rompe en la última palabra. Es más un lamento que una acusación. Mateo intenta
hablar, pero no puede. La tragedia ha caído como una sombra definitiva sobre la mansión.
Comentarios
Publicar un comentario